Menu

Un coloso escondido

Por: Felipe Luna

Calakmul, Yucatán

Diciembre, 1931

Cyrus Longworth Lundell, un empleado norteamericano de la Mexican Exploitation Chicle Company volaba sobre la región del Petén en el estado de Campeche. Mil años después, devorada por los densos bosques tropicales, la ciudad permanecía ahí.

Enero, 1993

“Mi primera visita a Calakmul fue en helicóptero. La señal para indicarnos que ya nos encontrábamos en el área era un pañuelo rojo atado en una estaca en lo alto de uno de los montículos. Durante el recorrido de esta primera visita comprendí que mi trabajo en Calakmul estaría ligado a la conservación del entorno natural en que se encontraba la ciudad, porque forma parte de su historia.”

Ramón Carrasco visitó las ruinas de Tiahuanaco en el altiplano boliviano cuando cumplía 7 años. Desde ese día es arqueólogo. Fueron los problemas políticos en Bolivia lo que lo trajo a México, donde formalizó su vocación con estudios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Fue dibujante del Instituto, diseñador de museos locales y trabajó como arqueólogo en Acámbaro, Yaxchilán y Tula. Estaba ya dirigiendo un proyecto en Kabáh, en la región Puuc de Yucatán, cuando lo invitaron a dirigir el Proyecto Arqueológico de Calakmul. “Yo pregunté si me la podía pensar; me dijeron ´Es sí o no´. Aunque el proyecto era abrumador, esa pregunta tiene una sola respuesta; me pareció un reto con posibilidades inmensas”.

Al día de hoy, el acceso es difícil. 65 kilómetros separan a la ciudad del entronque con la carretera más cercana. Inmerso en el denso bosque tropical, el terreno es complicado, la humedad es fulminante y los tábanos implacables. A cambio, el perfume selvático y un concierto ensordecedor e incesante ejecutado por criaturas invisibles en un escenario de colores osados. Todo se mueve. Todo sorprende. Nada es lo que parece.

Fue Lundell quien decidió el nombre de Calakmul en alusión a los dos montículos adyacentes que observó desde el cielo. Ca significa dos, Lak significa adyacente, y Mul significa montículo. Fue él mismo quien reportó el descubrimiento y esbozó el primer mapa que especificaba la localización de las estructuras. Después llegarían al sitio Sylvanus G. Morley, del Instituto Carnegie de Washington, en ese entonces responsable de la investigación en Chichén Itza y Enrique Juan Palacios, de la Dirección de Monumentos Prehispánicos de la Secretaría de Educación Pública. A la expedición se sumaron exploradores mexicanos y extranjeros. El interés fue efímero y en 1938 el proyecto fue abandonado. Con el paso de los años, el sitio fue saqueado mientras la vegetación volvía a cubrir las estructuras. En 1982 se reanudaron las excavaciones a cargo de William J. Folan, del Centro de Investigaciones Históricas y Sociales de la Universidad Autónoma de Campeche y del INAH. Pero no fue sino hasta la llegada de Carrasco que comenzaron a revelarse los misterios que ahí se encontraban ocultos.

En 2004, un descubrimiento. Una obra mural de 200 metros de largo. 76 individuos trazados y coloreados. Entre ellos, está uno de los pocos niños que se conocen en las pinturas mayas, y la única anciana. Se trata de la primera representación pictórica de la vida cotidiana de los mayas que revela temas de índole social y festivo. A decir de Carrasco, “En realidad son fotografías; son auténticas instantáneas que rinden testimonio de un día de esplendor maya, hace mil quinientos años”.

Junto con Tikal (el otro gran centro político que disputó la hegemonía de las tierras bajas, una vasta región que ocupa el sureste de Mesoamérica), Calakmul es el asentamiento más temprano donde se han hallado rastros de una secuencia arquitectónica ininterrumpida que abarca del 400 a.C. hasta el 900 d.C. El nombre ancestral del sitio fue Ox Te’ Tuun (tres piedras o tres estelas); en su época de mayor esplendor llegó tener 50,000 habitantes y fue la sede del reino de Ka’an, la dinastía de la Cabeza de Serpiente que gobernó en este sitio y la confederación más poderosa de ciudades estado mayas. 120 estelas cubiertas de inscripciones revelan fragmentos de la historia de este lugar.

“Dejo que la arqueología me hable”. Y de todos los secretos que se le han revelado, la ciudad y el entorno le han insistido a Carrasco en una cosa: que los mayas son una sociedad animista que no tiene dioses.”Todo tiene su propia energía, su propio uay; los árboles, los animales, las piedras… entonces entiendes que el otro está tan vivo como yo, y esto te permite realmente tener una relación armónica con tu entorno”. Durante la excavación de la tumba de Garra de Jaguar (Yuknoom Yich’aak K’ahk) encontró un túnel dentro de la Estructura II; al fondo había un falso arco y una bóveda hecha con dovelas. La convergencia de ambas estructuras revelaba que los mayas conocían la técnica del arco, pero no la utilizaban por su función arquitectónica, sino por una cuestión ideológica: la bóveda era una forma de representar la cueva, el elemento que da acceso al interior de la montaña.

“Los mayas no hacían pirámides, sino montañas; reproducían un paisaje donde el interior de la montaña era el origen, al cual se accedía por una cueva, el lugar donde sucedía todo, donde yacían los ancestros: Xibalbá.”

¿Y qué pasa cuándo revelas el misterio? 

“Te encuentras con el pasado.”

  • Más