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De cerveza y piedras rojas

Por: Fotos: Bruno Muti / Texto: Miguel Rivera

Arizona, Estados Unidos

Hace frío en el desierto

No importa, hay cerveza y una luz de sol que se disfraza de mil colores para calentarnos. Arizona, como estado, tiene mucho que presumir y no sé decir si es correcto que de entre tanta maravilla, todo lo que pueda recordar sean algunas viejas piedras y la barra de un bar repleta de locales.

Paradas obligadas

Un roadtrip se trata de todo menos del destino. La Ruta 66 que cruza Arizona y viene desde Illinois es una de las carreteras más icónicas del mundo, aquella en la que lo vintage se hace usual. Gasolineras y moteles, da igual, cada rincón de la autopista tiene un olor a Hollywood antiguo, donde la polvareda esconde tipis que son hoteles y chatarras que son reliquias.

Esta ruta, además, conduce a la cerveza. Muy buena cerveza. Historic Brewing Co., en Flagstaff AZ, no hace magia ni monta ningún show, se dedican a servir birra a la antigua: helada, intensa, espumeante y con una sonrisa. Más adentrados hacia la punta norte del estado y con la mira puesta en una de las maravillas del mundo, está Grand Canyon Brewing Co. Como lo dice su nombre, sus cervezas son más grandes que la vida misma: llenas de textura y detalles toscos que enamoran.

Espíritu de montaña

Arizona es roja, sí, pero también es blanca. Por cuatro meses al año, usualmente de mediados de diciembre a finales de abril, un velo brillante esconde lo verde de los pinos y la piedra colorada. Cuando llega este momento la alternativa solo es una: bajar las montañas a toda velocidad (Sunrise Park Resort es la alternativa par hacerlo). La adrenalina no es para todos, pero la vista sí; lo vasto del paisaje que se expresa en dramáticos paisajes que no acaban nunca y que se aprecian mejor desde la cima de la montaña ameritan, al menos, un par de caídas.


El plato fuerte

¿Visitar Arizona y ver el Gran Cañón es un cliché? ¿O será que estar ahí y no asomarse al abismo milenario es un pecado? Algo es seguro, este sitio invita a suspender la imaginación. No hay más, no hay un rincón de la mente que pueda hacer más grande, más imponente este hueco en la tierra. Son sus formas y texturas, pero también son sus colores y la manera en la que corre el viento en la orilla, y los dos o tres oasis que se esconden en lo más hondo.

No omitamos sus noches, que no son las mismas noches que en otro rincón del mundo, es más, no son las mismas noches que en otros rincones del estado. El negro estrellado enmarcado por las rocas deslavadas es un espectáculo a parte, uno por el que, en solitario, vale la pena viajar.

Números

El Gran Cañón fue formado por más de 6 millones de años de erosión y actividad geológica, lo que hizo que su profundidad fuera de casi dos kilómetros de alto. Además, su longitud de punta a punta alcanza los 434 kilómetros.

Pongámoslo así: la población mundial completa cabríamos dentro del Gran Cañón y sobraría espacio.

¿Qué se hace después de haber visto una de las 7 maravillas naturales del mundo? En nuestro caso, volvimos a los básicos. Nos sentamos en una barra de madera clara bajo luz tenue y cálida. Pedimos un par de cervezas heladas y conversamos con los locales de todo menos del Cañón, casi como tratando de obviar un gigante en el cuarto. No se puede decir mucho, uno regresa a la vida cotidiana sin demasiadas palabras, tal vez no es ese viaje que provoca verborrea, sino aquel que te deja calladito por un par de días al volver a casa. Para mí, ese silencio invita a regresar más que cualquier adjetivo.

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